EL LÍMITE SON LAS ESTRELLAS

De pronto, ya estaba escarbando en la basura. Qué digo escarbando: ya tenía la mochila llena de latas y me lancé a venderlas. No fue hasta que me pusieron los 50 pesos en la mano que comprendí lo serio del asunto. Mierda, me dije: soy, oficialmente, un pepenador.