De pronto, ya estaba escarbando en la basura. Qué digo escarbando: ya tenía la mochila llena de latas y me lancé a venderlas. No fue hasta que me pusieron los 50 pesos en la mano que comprendí lo serio del asunto. Mierda, me dije: soy, oficialmente, un pepenador.
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Nuestro señor y salvador
Recargó los bultos junto a la entrada, retroalimentó su adicción una, dos, tres veces más y, con el desarmador plano en la diestra, el sermón de la montaña volvió a detenerlo al entrar: Bienaventurados serán los psicópatas del siglo XXI…
