Oraciones//… PRAYERS

Han pasado varios años desde que escuché por primera vez el nombre de PRAYERS. Allá por el 2016, tres personas cercanas me hablaron de ellos, y la neta es que al principio no les hice mucho caso. Me sonaba raro eso de cholo goth, no entendía cómo se podían mezclar dos mundos tan distintos: el de la oscuridad gótica con el de la calle, el barrio, la identidad chicana. Era escéptico, no porque no me interesara, sino porque no terminaba de imaginarlo. Pero con el tiempo la curiosidad se me fue metiendo en la cabeza, y sin darme cuenta, ya tenía canciones suyas coladas entre mis playlists de viaje, camino a laborar o en las madrugadas frente a la PC.

Varias veces quise verlos en vivo. En una ocasión, incluso tuve la oportunidad de cubrir un show suyo en San Diego; me habían autorizado el acceso, pero la vida, los gastos, el trabajo y la cotidianidad no me dejaron cruzar. En Tijuana ya se habían presentado dos veces y tampoco logré entrar: una por tiempo, otra por imprevistos. Así que esta vez, cuando supe que regresaban, me lo propuse. Ya era una necesidad personal.

Llegar al Black Box fue raro, como una mezcla de ansiedad y alivio. Ya no tenía esa sensación de “ver qué tal”, sino que venía con hambre de entender, de presenciarlo por mí mismo. Desde el inicio sentí que el ambiente era distinto, como si ya hubiera estado en presencia del concierto.

La primera banda, Vinyl Palace, abrió la noche. No los conocía, pero dejaron buenas expectativas. Entre los cambios de banda, los sonidos fueron toda una sorpresa: pusieron “El Sonidito”, Los Tucanes de Tijuana, y hasta “Hombre Lobo en París”. Esa mezcla inesperada rompió los moldes; la gente empezó a moverse, a reír, a cantar. Luego sonó “Viento” de Caifanes y no pude evitar pensar si los 90’s están de vuelta o si simplemente nunca se fueron, ya no seré juzgado en la rockola. 

Después subió El Desmadre, y ahí sí cambió todo el ritmo. Esa banda tiene la fuerza comparada con SLAYER que no se ve venir. Una mezcla constante de caos y moshpit. Su sonido es pesado, crudo, y me hizo pensar que quizá estamos viendo el nacimiento de un metal latino que heredará los escenarios.

Y entonces llegó el turno de PRAYERS. Sin poses. Sin artificios. Lo primero que me impactó fue la humildad con la que Rafael —Leafar Seyer— se dirigió a todos. Agradecía todo el tiempo. Desde la primera canción. No como un gesto ensayado, sino como alguien que realmente valora estar ahí.

El setlist fue el justo: “Paloma Negra”, “Black Leather”, “Tears in the Rain”, “Gothic Summer”, “From Dog To God”…. Los visuales eran potentes: imágenes de familia, símbolos religiosos, retratos del barrio, del pasado. Y ahí entendí algo: para quienes crecimos entre calles, con carencias, con conflictos urbanos y familiares, escuchar esta música es encontrar una forma de agradecerle a la vida. Es como reconocer que, aunque haya oscuridad, seguimos aquí, dandole. 

Con proyecciones que mostraban a su esposa y ese amor que parece sostener toda la narrativa del proyecto. Ese detalle fue muy humano, muy real. Cuando llegó “La Vida es un Sueño”, casi al cierre, el piso empezó a moverse… Y con “Momento» de Malcriada terminó el show.

Fue interesante ver cómo el concepto de familia aparece una y otra vez en el discurso y los visuales de PRAYERS. A pesar de ser una idea que muchos consideran desgastada, él la rescata con fuerza, recordando su valor y mostrando guiños a su propia familia en pantalla. También agradeció a los suyos por acompañarlo en Tijuana, haciendo evidente el vínculo fronterizo que lo une tanto a su familia de sangre como a la de su esposa.

Al final Leafar se quedó, tomándose fotos, conviviendo con la gente. No muchos artistas hacen eso. Me quedé con esa sensación de cercanía, como si lo conociera desde hace tiempo. Tal vez porque en el fondo compartimos historias parecidas: crecer entre límites, entre fronteras, entre luces que a veces faltan, pero que también uno aprende a fabricar por su cuenta.

Gracias a Black Box por permitirnos cubrir el evento y darnos acceso.

Si alguna vez tengo la oportunidad de organizar un concierto en la Avenida Revolución, no lo dudaría: pondría a PRAYERS ahí, frente a todos, para que la ciudad escuche lo que viene desde la herida y la plegaría, se vuelve un acto de resistencia.

Fotografías: Luis Gutierrez.

¿Son pocos? ¿Somos pocos?…  la marcha del orgullo LGBTTTQIA+

Conforme avanzaba la marcha, la fiesta resonaba, se enaltecía. Algunos miembros comentaban que era un gusto ver a más gente heterosexual salir, pero también que más personas entendían la causa y el dolor que es y fue, para algunos, vivir encerrados en un “closet” social. 

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